Declaración de Intenciones

Tras varios intentos fallidos y gracias a una noche de insomnio, tengo el firme propósito de alimentar este blog con esas cosas que van ocurriendo mientras vamos al lado del camino

sábado, 26 de junio de 2010

Tan lejos y tan cerca

Para ejecutivos, para mototaxistas, para quien sea, el uso del Blackberry en Venezuela poco tiene que ver con su utilidad

La obsesión en nuestro país por el Blackberry no tiene comparación ni perdón de Dios. Las cifras lo demuestran: el mercado venezolano representa el 70% de las ventas de este maravilloso aparatito en toda Latinoamérica. Se estima que sólo las ventas anuales de este teléfono en Venezuela duplican a las de Brasil y México juntos, aproximadamente 27 millones de criollos deambulan por las calles de nuestro país blandiendo orgullosos un Blackberry. Suena exagerado, ya lo sé, pero son cifras oficiales de Research in motion fabricante del equipo en cuestión.

Del ser Exhibicionista

¿Será que toda esta locura por el Blackberry tiene que ver con esa característica que durante generaciones hemos arrastrado que nos tilda de consumista y pantalleros, o estará más bien relacionado con nuestra necesidad ineludible de comunicarnos y de ser cada día más productivos?

Yo que crecí en este país en la década de los noventa recuerdo con tristeza que para poder ser “alguien” en el bachillerato era imperioso portar pantalones Levi’s 501 y calzarse con zapatos Timberland o Bass, digo tristemente porque yo nunca tuve la fortuna de poseer dichos objetos lo que me colocaba en el último eslabón de gente “cool” en mi colegio. Me salvaba de la total ignominia porque era bailarina y eso me colocaba en el nicho de la gente bohemia que iba un poco en contra de lo establecido. Hoy en día, además de los pantalones y accesorios de moda el deber tener es el teléfono Blackberry. Estoy segura de que el regalo más solicitado por los adolescentes en estas Navidades ha sido uno de estos artefactos. O sea, que ahora los profesores aparte de lidiar con el típico graciosito del salón, la niña que se convirtió en mujer demasiado pronto y salvaguardar la vida del gallo de la clase, debe además evitar que a los chamos no le lleguen las respuestas del examen por email o que las mande por Chat la cerebrito del salón.

De las adicciones

El Blackberry fue diseñado como una herramienta para ejecutivos, es una manera de llevar la oficina a cuestas pues permite enviar y recibir correo electrónico, usar herramientas de escritura y hojas de cálculo, acceso a Internet, GPS, conexión Wi-fi, entre muchas otras aplicaciones. Pero la característica que lo ha hecho infinitamente popular en Venezuela no es ninguna de las mencionadas arriba, sino un servicio de mensajería satelital que funciona más o menos como el Messenger de Hotmail, para intercambiar instantáneamente textos, fotos y hasta archivos de voz. Es esta la aplicación que nos convierte en tontos autómatas y que de seguro habrá causado más de un accidente de tránsito y también más de una ruptura matrimonial

Al fin y al cabo este innovador aparato, muchas veces en lugar de comunicarnos ejerce el rol contrario. ¿Quién no ha visto una mesa en un restaurante o en una casa llena de gente donde todos los comensales están chateando por la mensajería del Blackberry? Y el argumento es que se mantiene uno comunicado con gente que nunca ve, pero en este caso incomunicado con los seres humanos que se tienen frente. Al fin y al cabo el uso frenético de esta panacea tecnológica ha logrado alejar a los que están cerca y acercar a los que están lejos.

Dicen que toda época tiene su droga insignia. En los 60’s fue la marihuana, en los 70’s la heroina y el LSD, los 80’s con la coca y los 90’s el extasis y sus derivados, ¿será que el Blackberry terminará siendo calificado como la nueva droga del siglo 21 para los venezolanos?. Tal vez llegaremos a ese punto en que deban confiscarlos en la aduana y tener perros q los detecten en los bolsillos en el aeropuerto. Y lo detengan a uno por cargar artefactos adictivos, pobre del que lo encuentren con más de uno, va uno preso por traerlos desde el exterior para aprovechar el cupo cadivi, detenido usted Señor por traficante de Blackberry.

De las equivocaciones y sus consecuencias

El otro peligro latente de la famosa mensajería es que en un momento de descuido uno termine mandándole el mensaje a la persona equivocada. Más de una vez me ha pasado que quería escribirle a “René” y termino enviando el mensaje a “Rex” que esta justo debajo en la lista de contactos. Si el mensaje es inofensivo no pasa nada, uno aclara el error y pone su respectivo “jajajajajajajaja” y tan amigos como siempre. Pero se imagina usted que el mensaje equivocado sea un chisme importante, o una declaración de amor o una foto subida de tono. El otro día me pasó algo por el estilo, un amigo cercano pero no tanto me envió por equivocación una foto de él con una mujer despampanante en paños menores, y la nota a pie de foto era algo así como “no te llevo nada”. Enseguida me di cuenta que era un error y le respondí a Juan “se nota que la estás pasando mal”. Cuando el hombre se dio cuenta de que me había mandado la foto a mi “Eloísa” en lugar de a su pana “Eduardo” se deshizo en disculpas, pero ya el mal estaba hecho, mi retina había sido dañada por esa visión, claro que tuve la cordura de en ningún momento contárselo a la esposa.

Y por supuesto aquel famoso dicho de “Cuando tomes no manejes” que ha degenerado en “Cuando tomes no envíes mensajes de texto”. Ya sabemos que el alcohol desinhibe, con el agravante de que es mucho más fácil liberarse de prejuicios y tabúes y empezar a escribir barrabasadas que decirlas en vivo o incluso en una conversación telefónica. El elemento de seguridad que implica no tener al interlocutor enfrente sino tu Blackberry en la mano, hace que más de uno termine superando con creces al Marqués de Sade a la hora de chatear. El problema está cuando a la mañana siguiente te despiertas aún con el canguro colgado al hombro para darte cuenta que tienes 17 llamadas perdidas de la mejor amiga de tu hermana, que por supuesto no te llama nunca y la agregaste al Blackberry por no ser descortés. En medio de lo obnubilado que estás empiezas a revisar tu teléfono en busca de pistas que develen el flujo de misteriosas llamadas, para darte cuenta que fue con ella con quien chateaste por última vez, de lo cual por supuesto, no te acuerdas. Te entra un sustito en el estómago porque sabes que cualquier cosa que hayas intercambiado en esa comunicación es responsable de 17 llamadas en media hora. Abres el chat con recelo para darte cuenta que Corin Tellado, Delia Fiallo y Almodóvar no serían capaces de escribir una obra maestra como la que el Tequila te incitó a vomitar sobre el teclado de tu Blackberry. En ese momento cierras los ojos y lo único que le pides al universo es que tu interlocutor también haya estado borracho.

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