Declaración de Intenciones

Tras varios intentos fallidos y gracias a una noche de insomnio, tengo el firme propósito de alimentar este blog con esas cosas que van ocurriendo mientras vamos al lado del camino

sábado, 26 de junio de 2010

Buenos Aires


Buenos Aires es LA ciudad de la nostalgia. No en vano es el vientre
del tango y la tarde se acaba en amarillo a lo lejos, sin hacer
barullo, pero con un dejo de tristeza que de pronto te instala un nudo
en la garganta y solo se desvanece con los sorbos de vino que caen de
la noche. El viento suena a bandoneon y la gente camina a ese ritmo,
como si bailaran un tango con la brisa.
Sí, la niebla que acaricia los puentes en Venecia, las montañas nevadas de Gaviria o un poema recitado en algún café de Saint Germain, todo eso es nostalgia, pero nada se compara con el quejo susurrado de un argentino.

Creo, además, que nunca en mi vida había visto tantos ojos como en los cuatro días que me he dejado vagar por esta ciudad. Por estas calles la gente no mira, mas bien observa, escudriña y siempre, niños, niñas, jóvenes, viejos, perros, todos, te miran a los ojos. Aún no he
descifrado porque, pero tal vez tiene que ver con esa certeza porteña
de ser algo especial, una ciudad con duende.

Aquí hasta los taxistas recitan poemas y te hablan de Borges:

"Las calles de Buenos Aires
ya son mi entraña.
No las ávidas calles,
incómodas de turba y ajetreo,
sino las calles desganadas del barrio,
casi invisibles de habituales,
enternecidas de penumbra y de ocaso
y
aquellas más afuera
ajenas de árboles piadosos
donde austeras casitas
apenas se aventuran,
abrumadas por inmortales distancias,
a perderse
en la honda visión
de cielo y llanura"

Los que no se apuntan al poema, se dejan resbalar por sus raíces populares y de Belgrano a Corrientes te cantan una samba y dos tangos y hasta preguntan si te gusta alguno en especial, no vaya usted a quedarse con las ganas. Todos te hacen el verso y te dicen que sos la piba mas linda que se ha montado en ese taxi jamás.

Y seguro que al menos ya usted ha escuchado alguna que otra milonga y tal vez hasta tiene un disco de Piazolla en algún rincón de la casa,
todo eso está muy bien, pero hasta que no se postre usted en un café
de San Telmo a supervisar la luz del día –o la ausencia de ella, según sea el caso- no sabrá verdaderamente de que se trata.
Esto del lamento porteño no es un invento artístico para darle un
matiz dramático a la música, es la vida misma, el aire, las palabras,
los ojos que te cruzan la cara como una bofetada y te regalan una
sonrisa velada, por que, eso si, la gentileza no la pierden nunca.

Siempre supe que mi abuela, porteña de nacimiento, era algo especial,
una diva, un ser increíble que me enseñó lo que soy y mucho de lo que
seré siempre. Hoy tiene 89 años y todavía me cuenta que iba caminado
por Corrientes a la altura de Suipacha cuando anunciaron que Gardel
había muerto. Ella que contaba 15 años empezó a llorar desconsolada
junto con todos los viandantes a su lado, que se daban el pésame los
unos a los otros. Ahora, entre un Mac Donalds y un locutorio me
detengo en esa misma esquina a imaginarme el cuadro y sé que no era
producto de su imaginación adolescente y apasionada.
Cuando era niña me fascinaba escucharla hablar y me preguntaba porque se quejaba tanto, su hablar siempre con bromas y dobles sentidos encerraba un lamento de siglos, una soledad que nunca dejaba acompañarse. Hoy sé que nacer bajo esta luna te marca de por vida y no importa cuanto viajes o que tan lejos te vayas de este río, es como si su cauce marcara tus venas a fuego lento y eso ya no hay forma de remediarlo, el mal está hecho y resistirse no es una opción.

Ella siempre ha querido volver, volver como Gardel y aunque agradece
la experiencia mexicana y los infinitos años como caraqueña, nunca ha
dejado de decirme, "sabes Elo, nada como mi tierra" e irremediablemente llora solapada cada vez que a lo lejos suena "Mi
Buenos Aires Querido". Y sí, me parecía exagerado todo aquel
sentimiento, por un lugar al que no ha vuelto en treinta años, y ahora
se que ese nostalgiar infinito le ha permitido despertar cada día y
sentir que, tal vez en algún momento pueda abrir los ojos y de pronto
volver a caminar por Corrientes. Quiero pensar que mis pies son los de
ella y que todo lo que miro me pertenece tanto como a ella, y en ese
recorrido se me va arrugando el alma y cada mirada y cada verso me
hacen sentir que una vez que has pisado este suelo no hay forma de
irte sin sentir nostalgia por volver…

1 comentario:

Unknown dijo...

hola eloisa..soy ines, de barquisimeto..este relato me ha gustado muchisimo, iré a argentina en agosto y la descripción ha recreado bastante lo que veré, con esos detalles seguramente no será desconocida la ciudad cuando la camine. Me recordó obviamente a Cerati, la ciudad de la furia..en sus caras veo el temor! gracias.